miércoles, 26 de octubre de 2016

Deporte extremo y negocios a costa de la naturaleza

En los últimos años están empezando a proliferar por todo el país las competiciones deportivas de todo tipo de disciplinas, en espacios naturales protegidos o no,  con una amplia cobertura mediática, despliegue de medios y presupuesto gracias al patrocinio de grandes empresas.

Hasta hace poco no se les había prestado apenas atención, desde las instituciones e incluso las organizaciones conservacionistas, al considerar quizás que en general el deporte es una actividad positiva, saludable y respetuosa con el entorno, o al menos así lo sentíamos muchos de los que también practicamos de forma amateur, esporádica o regularmente, alguna disciplina deportiva sin ningún afán competitivo, como el senderismo, la bicicleta de montaña, piragüismo, etc.

Siempre hemos mostrado preocupación por el impacto que nuestra actividad puede tener y de hecho apoyamos y promovemos regulaciones como la escalada en determinados parajes donde nidifican especies amenazadas, o directamente hemos denunciado carreras oficiales u oficiosas de cualquier tipo de vehículos por los espacios naturales, pues los consideramos incompatibles con su conservación y con otras formas de disfrute, como el senderismo, la observación de aves, etc.

Hace un año apoyamos el boicot a una carrera en el parque natural de Somiedo porque el recorrido afectaba al territorio vital de osas con crías, tal como demostró y denunció la organización conservacionista Fapas.  Este verano nos alertó la celebración de una carrera Xtrail en el parque natural Posets Maladeta en torno al Aneto, por el posible impacto no evaluado ni prevenido sobre la fauna, por ejemplo algunas especies muy vulnerables de insectos, anfibios y reptiles o aves.  Y más recientemente, la celebración del Campeonato de España de BTT Enduro en Villanua, en un espacio de montaña de gran valor ecológico.

Por esta razón junto varias organizaciones empezamos hace unos meses a recopilar información sobre lo que sucede en otros países y hemos descubierto que existen numerosos estudios y experiencias que ponen en evidencia algo que en España se pretende negar y ocultar.  Determinadas prácticas deportivas tienen un impacto ambiental que puede llegar a ser grave sobre la biodiversidad y los paisajes, hasta el punto de que muchos países han prohibido este tipo de actividades en sus espacios naturales protegidos.

No estamos hablando aquí de actividades como la caza y la pesca, que implican otro debate, sino de si es razonable organizar competiciones en espacios naturales con cientos, e incluso miles de participantes, además del publico y personal acompañante y toda la infraestructura necesaria.

A menudo los organizadores de estos eventos afirman que cumplen con un compromiso de respeto al medio ambiente, pero generalmente esto afecta sólo a la recogida de basuras, al consumo del agua local, la instalación de letrinas químicas o la prevención de incendios, sin considerar siquiera el impacto que suponen las molestias y abandono de nidos, y el atropello o pisoteo de miles de animales y plantas en ecosistemas frágiles, por ejemplo.

A todo esto hay que sumar el desinterés y la incapacidad de muchas administraciones medioambientales que, no solo debido a la crisis carecen de medios humanos suficientes para evaluar y prevenir daños al medio, sino que incluso prefieren mirar a otro lado delegando en el departamento correspondiente de turismo y deporte, o en los ayuntamientos, evitando cualquier motivo de queja o conflicto institucional.

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